WEBSITE DEL Lic. RIGOBERTO A. BECERRA D.

LA HISTORIA DE LA TABLITA


Por Lic. Rigoberto A. Becerra D. (MAF)


Cuenta la memoria popular, que vivìa una anciana en el famoso barrio de Maracaibo, llamado El Saladillo, allì, muy cerquita del abastos La Boliviana y de la Panaderìa Venezuela, en los alrrededores de la basìlica o Iglesia de San juan de Dios, o sea en el Centro de la ciudad de Maracaibo. La anciana solitaria, vivìa de lavar ropa ajena, trabajo que hacìa todas las mañanas en las orillas del lago, el cual le quedaba bastante cerca de su humilde casa.

Ese amanecer, la viejita como siempre se fue caminando con el bulto de ropa encomendada para lavar por personas de la comunuidad, tomando calle abajo hasta llegar a un sitio llamado el malecòn, buscando un lugar apropiado de la playa, a la orilla del lago, para iniciar su faena. El clima estaba tranquilo y el cielo completamente despejado. Apenas unas nubes blancas se desplazaban lentamente con la brisa, mientras unas piraguas y embarcaciones chiquitas se bamboleaban ancladas en el cercano Puerto de Maracaibo p

La anciana estaba ensimismada en su tarea, pensando, a lo mejor, en viejos recuerdos de su juventud, en su soledad o en sus problemas. Hay quienes dicen que todos en la calle y en su comunidad la trataban como una mujer muy bondadosa y de gran ayuda humanitaria. A pesar de su pobreza, era dadivosa en su escasez, desprendida en compartir la pobreza.

Ella lavaba y pensaba, tal vez oraba. Rogaba a la Virgen por sus vecinos, por la gente cercana, por sus amigos de infortunio, de fe y de esperanza. En eso estaba, cuando sin darse cuenta, desde lejos y en medio del movimiento de las aguas tranquilas del lago de Maracaibo, se acercaba flotando hacia ella, una tablita, que lentamente fue a parar justo donde sus manos entraban en el el agua para lavar la ropa.

Entonces al tenerla entre sus manos, en su inocencia espiritual, no supo de que se trataba. Para ella apenas era una tablita, muy chiquita, desgastada por el tiempo, pudiera ser por el viaje en las aguas, pero donde era posible ver la imagen de una Virgen desconocida, grabada perfectamente con sencillez. Le iba a ser de utilidad para algo esa pieza de madera. Por su mente pasaron necesidades en su casa tal como la tinaja de agua destapada a la cual le faltaba una tapa que pudiera cubrirla de la intemperie y de las alimañas. Ella no sospechaba el cambio que en su vida iba a producir esa tablita.

Por eso la tablita mojada fue colocada en su bolsa, al finalizar la labor de esa tarde, emprendiendo el regreso a casa cargando la anciana el bulto de ropa ya lavada, pensando que con su tablita iba a resolver el problema de cubrir del polvo y las impurezas, la tinaja donde ella echaba el agua fresca con la que calmaba su sed y para las visitas.

En el camino, en su andar silencioso, a lo mejor volvieron sus viejos recuerdos de juventud, en su soledad o en sus problemas. Lentamente fue llegando a su casita, pero antes de entrar se entretuvo saludando a sus vecinos, quienes ya se preparaban paara cenar. Una vecina le dijo que le prestara un condimento para aderezar la comida, lo que le hizo recordar que no solamente su propio alimento estaba sin preparar, sino que era muy poca o casi nada su cena.

Sin embargo, como buena vecina, en su humilde casa una vez que estuvo adentro hizo lo imposible para ayudar a su vecina con un condimento cualquiera, aparte de bendecirla, para luego volver a ocuparse del bulto de ropa lavada y acomodarla para tenerla lista cuando la fuera a entregar o vinieran a buscarla, buscando su viejo taburete para sentarse a descansar. En ese momento le vino el recuerdo de la tablita y, por supuesto, su tinaja de agua fresca que necesitaba cubrir y proteger.

La viejita fue hasta la mesa donde estaba la bolsa y tomando la tablita entre sus manos pudo observarla mejor y pudo ver de nuevo la imagen de la Virgen dibujada en ella. Seguro que era muy hermosa y no atinaba a concebir que alguien pudiera haberse desprendido de tan hermosa tablita. Pero de todas formas no faltaron sus gracias y bendiciones para esa desconocida e inmaginaria persona, pues con esa tablita ella iba a proteger el agua fresca de su tinaja. Ese era su pensamiento. Entonces esta fue colocada en la boca de la tinaja y se fue para el patio a descansar en su viejo taburete.

La noche y oscuridad se hizo fuerte. Era que sin darse cuenta estaba dormida por algunos minutos, pensando tal vez con sus recuerdos de juventud, con su soledad y sus problemas. Al despertarse sobresaltada, la bruma de la noche se le vino encima casi violentamente, por lo que entonces se fue para donde el pulpero de la esquina a buscar algunas velas para alumbrarse pues confiaba que este se las entregaba y le anotaba el costo para pagarlas luego cuando cobrara por la ropa lavada.

Con las dos velas entregadas por el pulpero, la anciana, cansada, con paso lento se fue para su casa, pensando que a esa hora iba a estar totalmente a oscuras y eso le preocupaba. De pronto, en la calle, el frente de su casa, de manera repentina estaba lleno de gente, de vecinos, todos, hombres, mujeres y sus hijos estaban aglomerados en la puerta de su casa. Al aproximarse mas pudo observar, de manera extraordinaria, que su casa estaba totalmente iluminada.

Al verla llegar la gente le hizo espacio para que pasara, y ella, asombrada y emocionada pudo darse cuenta que era aquella tablita, usada para cubrir o tapar su tinaja para proteger el agua fresca, colgaba en el aire, iluminando con una luz divina toda la sala y su humilde casa, mientras la Virgen, dibujada en la tabla, le estaba sonriendo apaciguando su hambre y su tristeza, y la de todos sus vecinos que vivieron junto a ella este asombroso milagro.




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