PAPI.... ¿CUANTO ME AMAS?


Por Lic. Rigoberto A. Becerra D. (MAF)


Esta reflexión me llegó por E-mail. Como me pareció muy interesante, quiero compartirla con todos Ustedes, mis apreciados Cibernautas.
(Reflexión en el Amor de los Padres para con sus Hijos... un Amor creado por Dios para construir y mantener la más bella comunidad ideada precisamente por Nuestro Señor: La Familia)



Cuando el nacimiento de mi Carmencita, en verdad no estaba muy alegre. Mas bien estaba decepcionado y este sentimiento era mas grande que el gran acontecimiento que representa tener una hija.

¡Yo deseaba tener un varoncito!

Al ir a buscar a mis dos mujeres, por que les dieron de alta, una presentaba cierta palidez y agotada: mi esposa, y la otra radiante y dormilona: mi hija.

En pocas semanas ya estaba cautivado por la sonrisa tierna de mi Carmencita y por la infinita inocencia de su mirada fija y penetrante; fue entonces cuando, sin darme cuenta, ya estaba amando con locura a mi hija.

Su carita, su sonrisita y su mirada no se apartaban ni por un instante de mis pensamientos, todo deseaba comprarle, la miraba en cada bebecita que pasaba a mi lado, haciendo planes sobre planes, todo para mi Carmencita.

Este relato era contado a menudo por Randolf, el padre de Carmencita, mi compadre, y yo le confesaba el gran afecto que, como su padrino, del mismo modo me inspiraba mi ahijada, quien era ahora el motivo mas grande para vivir de Randolf, como siempre no dejaba el mismo de decirlo a toda su familia, amigos y cualquiera que visitara su casa.

Una tarde estaba mi familia y la de Randolf, haciendo un picnic a la orilla de una quebrada cerca de la casa y su hija de apenas 62 meses, se puso a conversar con su padre; todos estabamos escuchando:

- Papi,... cuando cumpla quince años ¿Que regalo me vas a dar?

Su Padre, quien no esperaba esta pregunta, solamente dijo: - Pero mi amor, si apenas tienes cinco primaveras, ¿No te parece que falta mucho para esa fecha?

- Bueno papito,... tu siempre dices que el tiempo pasa volando, aunque yo nunca lo he visto por estos lados.

Siguieron conversando sobre el tema y otras cosas por largo rato y en algunos momentos todos participamos de ella. Al caer el sol regresamos a nuestras casas.

Pasado cierto tiempo, una tarde nos encontramos mi esposa y yo con Randolf, en el frente del colegio donde estudiaba Carmencita, quien ya andaba por los catorce años. Randolf estaba muy contento y la sonrisa no se apartaba de su rostro. Con gran orgullo me mostraba las calificaciones de Carmencita: eran notas impresionantes, ninguna bajaba de dieciocho puntos y los mensajes, al felicitarla, escritos por sus profesores eran realmente conmovedores; por lo tanto nosotros igualmente felicitamos al dichoso padre, diciendo que estabamos muy contentos por tener una ahijada tan inteligente.

Carmencita ocupaba toda la felicidad de la casa, era ella la que alegraba a toda la familia, con su risa, su estado siempre alegre, estaba en la mente de todos, especialmente en el de su papi, como ella lo llamaba.

Fue un domingo muy temprano y la familia iba a la Santa Misa, cuando Carmencita hizo un movimiento raro como si hubiera tropezado con algo, eso creyeron todos, y dio signos de caerse, por lo que su papi la sostuvo de inmediato para evitar se golpeara... Ya instalados en la Iglesia, vieron como Carmencita fue cayendo lentamente sobre el banco quedando inconciente.

La tomaron en brazos y, con sus padres, se fueron en un taxi hacia el hospital mas cercano.

En ese luga.r los doctores que la atendieron la estabilizaron, le hicieron algunos pruebas de laboratorio y la dejaron hospitalizada para observarla y hacer mayores estudios. Estuvo hospitalizada por una semana y fue entonces cuando le informaron a sus padres que su hija presentaba una grave enfermedad que afectaba seriamente su corazoncito, pero no era algo definitivo, era necesario practicarle otras pruebas para diagnosticar mejor.

Como el tiempo pasaba y Carmencita no mejoraba, Randolf hizo algo inesperado, pero conversado con su esposa: renunciar a su trabajo para dedicarse al cuidado de Carmencita; su madre deseaba hacerlo pero decidieron que ella trabajara, pues sus ingresos eran superiores a los suyos.

Una mañana Randolf se encontraba al lado de su hija, cuando ella hizo esta pregunta:

- ¿Voy a morir, no es cierto? ¿Te lo dijeron los doctores? - No mi amor... no vas a morir, Dios que es tan grande, no va a permitir que pierda lo que mas he amado sobre este mundo, dijo el padre.

Carmencita dijo: - Quienes mueren ¿Van a algún lugar? ¿Pueden ver desde lo alto a su familia? ¿Sabes si pueden volver? - Bueno hija,... en verdad nadie ha regresado para contar algo sobre eso, pero si yo muriera, no te iba a dejar sola; estando en el Cielo iba a buscar la manera de comunicarme contigo, e incluso usar el viento para venir a verte.

- ¿Al viento? ¿Y de que manera ibas hacer eso?

Su padre dijo: - No tengo la menor idea hijita, solo estoy seguro que si en cualquier momento muero, vas a sentir que estoy contigo, cuando un suave viento roce tu cara y una brisa fresca bese tus mejillas.

Ese mismo tarde, casi de noche llamaron a Randolf, pues el asunto era grave: su hija estaba muriendo. Necesitaban un trasplante, pues su corazón no iba a resistir sino unas dos o tres semanas, a mas tardar.

- ¡Un trasplante! ¿En que lugar hallar a alguien que pudieran donar el corazón y que sea compatible?. ¿Lo venden en la farmacia acaso, en el supermercado o en una de esas grandes tiendas que “propagandean” por radio y cable? ¿Dios mi Salvador?.

Ese mismo mes, Carmencita llegaba a sus quince años que tanto anhelaba.

Y fue el viernes por la tarde cuando consiguieron de una manera repentina y misteriorsa un donante, una esperanza estaba en los ojos de todos, las cosas iban a cambiar. El domingo por la tarde ya Carmencita estaba operada, todo estuvo como los Doctores lo planearon. ¡ Felicidad total!.

Sin embargo, Randolf no llegaba del hospital y Carmencita lo extrañaba mucho, su madre le informaba que ya todo estaba muy bien y que su papito lindo iba a seguir siendo el que trabajara para sostener a la familia. Que pronto llegaba

Carmencita estuvo en el hospital por dos semanas mas, los Doctores decidieron no darle de alta, o sea dejarla ir, hasta que su trasplante estuviera firme y fuerte, y todos lo aceptaron.

Trascurridas las dos semanas, al llegar a casa y seguir esperando a Randolf, todos se sentaron en un enorme mueble en la sala y entonces, su madre, con los ojos ahogados en llanto, le hizo a Carmencita entrega de una carta de su padre, la cual expresaba:

- Carmencita, hijita de mi alma: Al momento de leer mi carta, ya debes tener quince años y un corazón fuerte latiendo en tu pecho, esa fue la promesa que me hicieron los Doctores que te operaron. No puedes imaginarte ni remotamente cuanto lamento no estar a tu lado en este instante. Cuando supe que ibas a morir, pude dar respuesta a una pregunta que me hiciste cuando tenias cinco añitos y a la cual no supe responder en ese momento. La respuesta fue, en el momento oportuno, hacerte el regalo mas hermoso para mi adorada hija... Te regalo mi vida entera sin condiciones, para que hagas con ella todo lo que quieras. ¡¡Vive hija!!. ¡¡Te amo con todo mi amor!!.

Carmencita, al comprender quien fue su donante, estuvo llorando toda la tarde y toda la noche.

Al amanecer fue al cementerio y al sentarse sobre la tumba de su papi; estuvo llorando como nadie lo ha hecho y dijo casi en un susurro:

- Papi,... ahora puedo comprender lo grande de tu amor y saber cuanto me amabas... yo igualmente te amaba y aunque nunca te lo dije, ahora asimismo comprendo la importancia de decir Te Amo y te pido me perdones por haber guardado silencio tantas veces.

En ese instante las copas de las matas se mecieron suavemente, cayeron algunas hojas y florecillas, y una suave brisa pudo rozar las mejillas de Carmencita, quien, al alzar la mirada al cielo, hizo el intento de secar las lagrimas de su rostro, para levantarse y emprender el regreso a su hogar.

Por favor, nunca dejes de decir “TE AMO”, a tus seres queridos, pues no sabes si esa sea la oportunidad que Dios pone en su camino....

CADA DIA, A CADA INSTANTE, EXPRESA TU AMOR HACIA TU FAMILIA... Y SOBRE TODO: HACIA DIOS, NUESTRO SEÑOR.